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Edgar N. Palacios
En las lomas de Sargentillo, en la costa provinciana de Guayas, Ecuador, el niño Edgar Palacios rezo mucho, tal como lo haría cualquier niño de su edad para que Santa Claus le trajera un lindo regalo de navidad; no tenía que ser grande, aunque fuese pequeño pero un lindo juguete.
A los ocho años de edad, dentro de su corazón, Edgar sabia que por la noche el anciano con el traje rojo y la barba blanca le traería una gran sorpresa y que haría que Edgar con mucho orgullo mostrara su juguete a sus amiguitos. Pero toda esa esperanza desapareció cuando Edgar se dio cuenta que Santa solo le había dejado un pequeño silbato de metal.
Edgar se sintió profundamente desilusionado y le daba vergüenza enseñar su pequeño silbato a sus amiguitos que habían recibido mejores y grades juguetes, especialmente con los niños del barrio que habían recibido juguetes más emocionantes.
En realidad, Edgar sabia que fue su padre quien le dio el silbato pero eso lo confundía y no entendía que su padre, un empleado de construcción no tuviera suficiente dinero para un mejor regalo.
Sin embargo, al siguiente año, Edgar en esa navidad recibió un maravilloso regalo; un rifle plástico de colores con barriles que se encendían de diferentes colores, sacaba un sonido chilloso y tiraba chipas de colores por ambos lados. Sintiéndose extraordinariamente feliz por haber recibido ese regalo, Edgar se inquieto por enseñar su nuevo regalo de navidad y se unió a sus amiguitos del barrio a jugar de vaqueros y Rambo.
Hoy día, sentado en su oficina, calle 8th, Los Ángeles, rodeado de libros de leyes de impuestos, Edgar recuerda esa navidad como algo que no debería sucederle a ningún niño. Como negociante y años después se dio cuenta que en La Ciudad de Los Ángeles había familias no privilegiadas que no tenían con que comprar un regalo a sus niños.
Días atrás cuando el empezaba en su oficina de impuestos, Edgar pensó que para navidad, el iba a vender muñecas en su oficina de la Calle 8th. En lugar, término con 700 muñecas de Mattel que valían $30. Dólares cada una y el estaba tratando de venderlas por $20. El se dio cuenta que madres y padres quienes pasaban en frente a la oficina, inmediatamente jalaban a sus niños por detrás de ellos y no tuvieran tiempo de admirar las muñecas y pedir una.
Un día en particular, una pequeñita vio una de las muñecas e insistió que se quería llevar una con ella pero desafortunadamente la madre no tenía ni un quinto para comprar la muñeca. "Cuando vi la carita de desencanto en la niña, recordé mi desilusión de niño cuando recibí el silbato y de repente mi corazón se abrió; le dije a la pequeñita que seleccionara la muñeca que más le gustara. Ella opto por la muñeca que más le gusto y la abrazo con todas sus fuerzas, entonces ella me dio un besito en la mejilla. Bien, ese besito en la mejilla, lo sentí como la más preciada de las recompensas que yo podía recibir; me transmitió algo mágico en mi llevándome a ese maravilloso sentimiento que tuve cuando recibí mi rifle de juguete que echaba luces. En ese momento me di cuenta que iba a realizar algo especial cada año que trajera felicidad a los niños."
Ese año Édgar se convirtió en el "Padrino"; nombre dado a el por las madres en el barrio por que él había dejado de vender las muñecas y en lugar las estaba regalando a cambio de un besito en la mejilla.
Esto fue en 1996, el siguiente año Edgar entrego 600 muñecas. "Después de todo esto, era oficial y trajimos payasos, Jon’s Market se unió a nosotros y proveyeron alimentos, tocamos música en la calle y la tradición empezó, Festival Navideño Calle Ocho"
Edgar, quien tiene mucho éxito profesional en la industria de auditorías, leyes y servicios de impuestos, considera su participación en El Festival Navideño Calle Ocho L.A., como una forma de agradecimiento a la comunidad por el patrocinio a su oficina.
Este año, 2012, FESTIVAL NAVIDENO CALLE OCHO L.A., estará celebrando 15 años de festividades Navideñas en el barrio. Incluyendo este año en el Festival, un Pabellón de Salud y poder concientizar en salud y educación directamente a la comunidad. Otras vías están siendo exploradas con relación Energía y Educación con programas educativos a temprana edad que formaran parte de las festividades.
El festival atrae gente atreves del condado de Los Ángeles y el Condado de Orange y ahora cubre 10 cuadras de ciudad, desde la calle Vermont hasta la calle Irolo, y aproximadamente 75,000 a 100,000 personas vienen a celebrar. La admisión es gratis.
"La comunidad se lo merece" dice Edgar. "Nuestra celebraciones navideñas es algo que la comunidad espera, donde familias y amigos vienen a celebrar la diversidad cultural Latino Americana atreves de su música, comida y negocios locales".